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Tren con destino Jaén

Samuel Armijo // @desdelabarrera               

Cuando Juanlu asomó en 1993 su rubia cabellera reflejaba el balón de reglamento de los carriles de tierra de Espeluy. La pierna derecha ya le empujaba a subir y bajar la banda con estado físico por encima de la media. Igual no muchos conocen la riquísima cantera del Betis iliturgitano, caldero de tantos futbolistas en la provincia, Juanlu sí. Siendo juvenil decidió hacer parada en Málaga en busca del premio de primera pero sería en Mancha Real donde conocería la palabra ascenso con todas las de la ley. Activo en las redes, nadie ¨le pilla el paso¨ a pesar de declararse un ignorante de la vida y sólo el mar en calma invita a pensar que es una persona tranquila y sin grandes estridencias. Después de una magnífica campaña en Villacarrillo, con el gordo de nuevo en primavera, el Real Jaén lo convirtió en su cuarto argumento para mandar por su costado en la temporada del renacimiento.


No dar un balón por perdido no es una frase hecha en su caso y gestiona su esfuerzo con escaso éxito porque se vacía en cada carrera. Hombre sencillo no habla demasiado alto porque sabe que lo que tiene que decir no precisa levantar la voz. Ahora, con competencia clara en la plantilla, firma debajo de lo que pensaba en agosto: no hay que dormirse ni en los amistosos. Las convocatorias de la selección andaluza pueden suponer un motivo de jolgorio para muchos pero él, como muchos otros, apunta en otra dirección sabedor que la gloria vive en otro momento y otro sitio.

Cierra por dentro para salir por fuera y generar superioridad con su volante en un dos para uno casi en  línea de fondo. Su bravura la convierte en ¨2¨ y le hace pensar después de toda una carrera como extremo. El buen trato con el balón le permite no balonear al cielo sin sentido y por arriba no se arruga en los duelos al choque.

Jugador que siempre cumple o lateral aseado podrían definirle sino fuera porque nunca hace lo que se espera, puntúa en positivo incluso cuando las maduras no han venido. En Onda Cero, envuelto entre jamón y manzanilla de San Lúcas, conjugó su espontaneidad aún con su ¨jefe¨ observando. 

En el pueblo de Juanlu no es difícil escuchar el bufido del  fiero ferrocarril. Por los altavoces de la estación sólo se anuncia una parada, el ascenso de categoría. Pasajero, al tren.

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