Los sueños sevillanos y el oficio de lateral
Samuel Armijo // @desdelabarrera Juan José Mateo Silva (Los Rosales, 1995) ya tenía un balón debajo del brazo aun cuando entre su casa y Tocina no estaba ese paseo que une ambos pueblos sevillanos. En junio del 95 el Madrid de Valdano se acababa de proclamar campeón de Liga y en el Atlético se empezaba a cocer el equipo del doblete con Radomir Antic en el banquillo a la orilla del Manzanares.
Pero los vientos de Juanjo volaban por otros ríos y con otros colores. El Guadalquivir era testigo del paso del lateral cruzando a Triana para tener hilo directo con la Palmera. Hace poco decía de Marcelo, su compañero de equipo, que creció en esa ciudad donde te ponen una camiseta verde o roja incluso antes de que te guste el fútbol. Estamos en el caso.
Juanjo, imagino, esperaría desde pequeño y con ese balón debajo del brazo la cola de los autobuses en su pueblo con destino Heliópolis para ver ganar a su Betis del alma. Supongo que su primera alegría consciente viaja al Calderón con la final de Copa del Rey con ese gol de Dani a Osasuna. La “Copa de Don Manué” tituló Marca al día siguiente. Ser del Betis, como ser del Sevilla FC, va más allá de convertirse en una religión, es que el escudo verdiblanco lo sostiene la Esperanza y la insignia de Nervión porta detrás de las lágrimas de la Macarena. Pónganse de pie.
Después de hacerse mayor en la cantera bética probó en el Gerena y siempre como lateral derecho. Volvió para seguir creciendo hasta que el Algeciras se cruzó en su camino…y en el del Real Jaén. En el equipo blanco Choco discutía ser el mejor lateral de la categoría por no decir que no había discusión alguna y los caminos quisieron cambiar de acera a los dos laterales, uno para triunfar en 2ªB y el sevillano para hacerse dueño de la banda de la capital del Santo Reino.
Así llegaba Juanjo este verano al Real Jaén con la misión de hacer olvidar a su predecesor en una salida que nadie entendió. Pero lo cierto es que ha sido capaz del más difícil todavía y es que miremos para otros sectores del campo para detectar los problemas del equipo.
Entiende sobremanera el oficial de lateral. Sabe aparecer cuando Vela recorta hacia dentro y aguantar si Ocaña gana la otra línea de fondo. Va y viene sin ahorrarse una carrera de esfuerzo para la siguiente jornada. Como me decía hace una semana su entrenador, Alberto González, Juanjo tiene aún la capacidad de aprendizaje alta y es un jugador, por su edad, moldeable al gusto del técnico.
No es de extrañar que los elogios orgullosos de madre y abuela con las amigas del pueblo lleguen hasta Jaén. En lo deportivo, sin duda, es una de las mayores expectativas del municipio. No es fácil descender una categoría habiéndose ganado el derecho a jugar en la bronce del fútbol nacional pero es sabedor del tremendo escaparate que significa el universo Real Jaén, amén de ascender al histórico casi centenario.
Se acerca la Navidad y Juanjo volverá a Los Rosales para pasar la Nochebuena en familia. Cuando entre al pueblo habrá decenas de niños en el paseo debajo de las luces con balones en el brazo. Que se quede con sus caras, algún día pueden ir a verle a él.
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