"Aciagos tiempos para el aficionado del Real Jaén" por Daniel Sánchez
Daniel Sánchez // @Eslizondesecano
Como un náufrago en mitad de una marejada, el aficionado del Real Jaén ya no sabe a qué madero aferrarse, si ya no sea al de Nuestro Padre Jesús el Abuelo. El penitente seguidor observa como el club lleva vadeando mucho tiempo un río que baja con aguas turbulentas, y que posiblemente nos arrastre al abismo en forma de liquidación. Al motor le empieza a entrar agua, deportivamente hablando, y el coche ya no anda como antes por la Tercera División.
Pero más grave parece la apertura de la fase de liquidación de la entidad, de la que más de uno comenta que ya está todo el pescado vendido. Y si no lo está, a ver quién pone los 500 mil euros (de primeras) por una sardina arenque con los ojos hundidos. Sin duda que el club vale mucho más que eso, ya no digamos su afición y el sentimiento tan grande que le rodea, pero es que Andrés Rodríguez y Tomás Membrado, en mi opinión, más valen para trileros en un paseo de Benidorm que para gestionar un club.
Con un magistral e inadvertido cambio de bola de un cubilete a otro por parte de Membrado, ha pasado éste en un pestañeo de ser el mayor accionista, con proyectos empresariales como el aceite de oliva o el campo de golf, a ser un acreedor más del club, con AR de compinche para hacer creer al iluso turista que se pasea ante el tenderete, que si acierta dónde está la bola puede hacerse con el premio (ampliación de capital y salvación). Pero ya conoce bien el aficionado giennense cómo caza la perrilla y no se la jugará a acertar bolas debajo de un cubilete con el dinero de su bolsillo.
Y como caído del cielo aparece ahora el Alavés, club de infaustísimo recuerdo, de mal agüero, pero que paradójicamente, las cosas de la vida, nos puede hacer un apaño económico con la taquilla para ir tirando.
Se nos fue también Juan Carlos López Eisman, un gran aficionado que era capaz en Diario Jaén de convertir la crónica del partido más insulso del mundo en una columna rica en metáforas y referencias literarias. Solo nos queda encomendar su alma a Nuestro Padre Jesús el Abuelo, y, de paso, pedirle que le dé otro achuchoncito a esta mala malísima salud de hierro del Real Jaén (Fernando Arévalo in memoriam). Los aficionados jiennenses vamos perdiendo referencias y faros de luz que nos ayuden a interpretar la realidad del Real Jaén, si bien cada uno siempre tendrá dentro de sí la suya propia. Nos falta el enfant terrible, Manolo García, cada lunes para interpretar lo que pasa en esta casa de putas llamada Real Jaén, donde ahora entra, de manera totalmente sorpresiva para propios y extraños, Juan Carlos Hidalgo, persona a mi parecer íntegra, pero que a partir de ahora se convierte en cómplice de cualquier fechoría que AR reitere en cometer.
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