El patriota
Samuel Armijo // @DesdeLaBarrera
A Salva Ballesta no era difícil relacionarle de pequeño con un uniforme o con un avión. Más raro resultaría verle con una pelota bajo el brazo de las frías calles de Zaragoza. En 1994 un modesto club de Albacete lo descubre para la profesionalidad, el Universal FC lo catapulta hasta la Segunda División en la sartén de Andalucía y del Écija llega a la ciudad donde todas las ilusiones son posibles. Sevilla sobrevuela el progreso del punta de los galones formándole y fajándole como futuro pichichi.
Ballesta elige Santander, en un histórico de la Liga, donde mira por delante y no encuentra a nadie en la tabla de goleadores. Esto le sirve para, además de despertar el interés de los gigantes, debutar en Cartagena con la camiseta absoluta de su país. Decir Salva y decir España es lo mismo. Pese a los arreones del calcio hace en mil pedazos su contrato lombardo ante la capacidad de seducción de Jesús Gil y sacude las listas negras haciéndolas blancas dibujando el sueño del ascenso. Su añito en el infierno lleva a la gloria a los del Manzanares con 25 goles. ¡Qué manera de marcar! podría decir Sabina.
Después, Champions con el Valencia, Bolton y Málaga para devolverle sensaciones como mariscal de la costa del sol.
Su zurda se convertiría en ordena y mando en el filial malagueño en busca del tesoro de 2ªB. El hombre de los tejanos tiene dos espinas de boquerón que pretende sacárselas con un palo de varear. El fin justifica claramente los medios y nadie le hará pararse a pensar diez segundos si con eso cree obrar de buena fe para con el RJ. Se rodea de los suyos y no le tiembla el pulso ni con los críos que recogen las pelotas. Hoy estás dentro y mañana, en la grada. Pasado entrenas a tope, el domingo a jugar. No es partidario de coleccionar delanteros dentro de un partido para ganarlo y muta su estilo y su medio para adaptarse a lo que tiene.
Si fuese seleccionador dudaría en llamar a los insensibles con el escudo y no importa cerrarse puertas por ir de frente porque de frente se abrirán otras mil.
En su concepto de colectivo el trabajo es innegociable. Si corre el morenito del Liverpool, ¿cómo no va ha hacerlo uno del Jaén?
Le gusta iniciar con dos puntas pero si uno se duerme, fuera. Se reconoce en el carácter del Cholo o de Jémez y cuidado con lo del "juego de toque", el que manda es el resultado.
Achaca a su juventud ciertas salidas de tono y si volviera atrás rectificaría aunque amar profundamente a su país lo perdona todo.
El técnico tiene un reto, que el Salva entrenador mire por encima al Salva jugador. Dios salve a España. Y a Ballesta.
A Salva Ballesta no era difícil relacionarle de pequeño con un uniforme o con un avión. Más raro resultaría verle con una pelota bajo el brazo de las frías calles de Zaragoza. En 1994 un modesto club de Albacete lo descubre para la profesionalidad, el Universal FC lo catapulta hasta la Segunda División en la sartén de Andalucía y del Écija llega a la ciudad donde todas las ilusiones son posibles. Sevilla sobrevuela el progreso del punta de los galones formándole y fajándole como futuro pichichi.
Ballesta elige Santander, en un histórico de la Liga, donde mira por delante y no encuentra a nadie en la tabla de goleadores. Esto le sirve para, además de despertar el interés de los gigantes, debutar en Cartagena con la camiseta absoluta de su país. Decir Salva y decir España es lo mismo. Pese a los arreones del calcio hace en mil pedazos su contrato lombardo ante la capacidad de seducción de Jesús Gil y sacude las listas negras haciéndolas blancas dibujando el sueño del ascenso. Su añito en el infierno lleva a la gloria a los del Manzanares con 25 goles. ¡Qué manera de marcar! podría decir Sabina.
Después, Champions con el Valencia, Bolton y Málaga para devolverle sensaciones como mariscal de la costa del sol.
Su zurda se convertiría en ordena y mando en el filial malagueño en busca del tesoro de 2ªB. El hombre de los tejanos tiene dos espinas de boquerón que pretende sacárselas con un palo de varear. El fin justifica claramente los medios y nadie le hará pararse a pensar diez segundos si con eso cree obrar de buena fe para con el RJ. Se rodea de los suyos y no le tiembla el pulso ni con los críos que recogen las pelotas. Hoy estás dentro y mañana, en la grada. Pasado entrenas a tope, el domingo a jugar. No es partidario de coleccionar delanteros dentro de un partido para ganarlo y muta su estilo y su medio para adaptarse a lo que tiene.
Si fuese seleccionador dudaría en llamar a los insensibles con el escudo y no importa cerrarse puertas por ir de frente porque de frente se abrirán otras mil.
En su concepto de colectivo el trabajo es innegociable. Si corre el morenito del Liverpool, ¿cómo no va ha hacerlo uno del Jaén?
Le gusta iniciar con dos puntas pero si uno se duerme, fuera. Se reconoce en el carácter del Cholo o de Jémez y cuidado con lo del "juego de toque", el que manda es el resultado.
Achaca a su juventud ciertas salidas de tono y si volviera atrás rectificaría aunque amar profundamente a su país lo perdona todo.
El técnico tiene un reto, que el Salva entrenador mire por encima al Salva jugador. Dios salve a España. Y a Ballesta.
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