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Blas Machado “Salgo a la calle y tengo medallas todos los días”

Samuel Armijo //@Desdelabarrera



Blas Machado Monge (Peñolite, 1952) defendió 323 partidos la camiseta del Real Jaén. Solo la pasión por Asturias amenazó con alejarle de su único club y se enorgullece de los premios otorgados a la regularidad durante tres campañas. 

Mediocampista fino y elegante, reinventó su 10 en la espalda para fajarse con los mejores bajo el amparo de Sosa. Sonríe al advertir que si se arremangaba había bronca y si no, disfrutaba del juego. Asegura que el fútbol tiene historia pero poca memoria y garantiza que si ganas un partido bien… al siguiente, petardazo. Blas Machado se toma un café desde la barrera donde empezó todo.

Samuel Armijo   Empezamos por el final. El domingo se celebraron 95 años de su club
Sí. Me dicen que fue un acto bonito, deseo que salgamos de tercera y estemos donde nos pertenece.

¿Dónde?
Ahora en Segunda B.

Nació en una pequeña aldea. ¿Qué recuerdos tiene de Peñolite?
Me acuerdo que cuando mi madre embarazaba íbamos todos allí a que diera a luz. Vivimos en Albacete, Santa Elena, La Carolina…pero siempre volvíamos para nacer y todos los hermanos somos de allí. Ahora vuelvo muy a menudo a ver a mi madre.

En el Carolinense coincidió con Plaza.
Con Plaza, Muela, Cacú, Santi, Salguero…teníamos un equipazo. Por aquella época no había dinero en la primera plantilla y nos subieron a tres jugadores porque no podían pagar.

Jugamos la final de la copa Gobernador en Jaén y al final del partido, Juan Bautista, presidente del Real Jaén, bajó al vestuario, se enteró que venía a estudiar y me fichó. Gracias a él cumplí mi sueño de jugar aquí.

De verdad, ¿era su sueño?
Claro. Ahora puede ser más normal mirar también hacia otros lados pero en mi época el Real Jaén, en la provincia, lo era todo.

Y así decidió estar toda la vida en el mismo club.
Tuve opciones de salir. Estando ya en Jaén hice una prueba en el Málaga. Ben Barek se acercó y me dijo “el lunes te espero aquí”. Pero mi madre no paraba de llorar, era un crío y me quedé aquí. Después hubo opciones de salir pero no se concretó nada. También te digo, de salir sólo lo hubiera hecho a Asturias. Me encantaba, hacía buenos partidos allí y lo cierto es que en ese momento sí me hubiera ido.

A donde sí fue es al servicio militar.
Sí, pero tuve mucha suerte porque el club me ayudó mucho sobre todo Martín Ochoa. Cogió su coche y me llevó a Almería. El general Luengo vino a Jaén y me dieron una semana de vacaciones. La verdad que fue una mili muy liviana y encima mi primer partido después fue en Almería y ¡marqué!

En el club vivió momentos importantes, uno de ellos, imagino, el ascenso a segunda.
Mira, ese equipo era una familia, eso es fundamental, nos llevábamos fenomenal. Luego, siempre, surgen los grupitos que son lo más dañino de un vestuario. Ascendimos en la penúltima jornada en Ceuta, nos valía empatar y empatamos. La última, en casa, frente al Jerez fue una fiesta, donde yo descansé por cierto.

Siempre dijo que Ruíz Sosa fue un técnico muy particular.
Tuve una buena relación con él y sí, era muy suyo. Cuando llegaba febrero, marzo…me decía “tú siéntate ahí y mira”, quería que descansara porque jugaba siempre. Yo me enfadaba pero al final lo entendía.

Eran las rotaciones de los “70”
(Risas) Sí, yo solía jugar y, en esa época, sólo descansabas prácticamente si te lesionabas. Bueno, una vez sí descansé por decisión suya y se lió.

Cuente.
Venía el Tarrasa y en rueda de prensa previa dio el “once” y yo no estaba. Vica le dijo “y ¿Blas? Como no lo pongas tendréis problemas”. Al día siguiente desayunábamos en el kiosco de las palomas, pasó y no le di ni los buenos días, me sentó fatal no poder jugar. En el campo me llamó a su caseta y le dije “pero ¿qué quieres perder el partido?”. Acabamos los dos llorando.

Pero, ¿qué motivo le dio?
Ninguno, yo sigo pensando que fue una vacilada delante de la prensa.

Pero lo cierto es que con Sosa, prácticamente, eran Machado y diez más.
Sí, lo único es que había que conocerle. Te insultaba en el campo delante de todo el mundo, era muy nervioso. Un día me acerqué al banquillo y le dije de todo y que me dejara tranquilo y ya pude jugar bien. Cuando subimos a segunda, un día en pretemporada, fuimos a recoger su coche al taller y me dice “este año quiero que lo juegues todo, a Lacalle no puedo ponerlo ahí, Ángel no me convence…tú vas ha hacer lo que yo hacía en el Atlético”. Yo estaba acostumbrado a jugar por delante, era el “10” del equipo y lo que quería era que me transformara en la sombra del jugón del equipo rival.

Era muy entusiasta, me decía “se juega así, tú recibes en el centro, te giras y la pones en el otro lado”. Y para marcar “imagínate que vas en bus y tienes una chica delante. ¿Qué se mueve por un bache? Pues tú pegado a ella”. Un día en Linares, en el vestuario había un peso y una tabla de altura. Mis compañeros estaban pesándose y me cogió y me midió y dijo “mirad, esto tiene que medir y pesar un futbolista, punto”. Lo que quería transmitir es que se dejaran de tonterías y se centraran. Yo era todo lo contrario, antes de los partidos si me hablaban me sentaba hasta mal.

Tenía una personalidad muy excéntrica para lo bueno y para lo malo. Un día en la estación de Atocha de Madrid nos cruzamos con Di Stefano que entrenaba al Rayo y me coge y dice en voz alta “mira ese, que no tiene ni idea de fútbol pero a la gente le ha dado por él”. 

Menudo abrazo se dieron. Otra vez, en Melilla marqué dos goles. Me cogió a hombros y me paseó por el campo. Él era así.

Y en esa posición más retrasada le tocaba siempre bailar con la más fea.
Sí, pero casi nunca me mojaban la oreja ¿eh? Jamás temí a nadie y me enfrenté a futbolistas muy buenos, Cardeñosa, Marcial…Valdano. Con Jorge me pasó algo curioso. 

Vino con el Alavés y nos jugábamos descender. En el vestuario dijimos todos “ahora a nuestro par le decimos que lo sentimos pero que nos jugamos mucho”. Valdano no salió de inicio y en la segunda parte, cuando entró al campo, se lo dije, claro. Años después coincidimos aquí en una comida y lo recordaba. Si lo dejo aún sigue hablando (risas).

Pero fue una categoría muy bonita, incluso pudimos pensar en ascender. Carrasco, en Cádiz, entró al vestuario y nos daba diez “kilos” a repartir si subíamos. El Betis, otro equipazo, menuda media tenía. Un partido aquí acabamos sólo Gordillo y yo corriendo porque nos picamos. No solía amilanarme. En Granada, Jiménez, el central, hizo una raya en el césped con el taco y me dijo “como pases de aquí te mato”. Yo me reía y más se enfadaban.

Y si hubo un entrenador que no le vino bien fue Zafrani.
Pues sí. Para entrenar nos ponía un chaleco con barras y me hice las articulaciones polvo. A los que venían con peso de más bueno…pero a mí…

Luego, al salir, nos daba una cucharada de miel. ¡Unas cosas más raras!

Usted, como mediocampista ¿qué debe tener un medio hoy?
Es muy difícil tenerlo todo. Pirri, por ejemplo, era completísimo y se entrenaba. Tú que eres muy taurino, a mí los Curros Romeros no me van, si conmigo, en el campo, no corres te chillo. Como lo de tanto toquecito en la Selección…me cansa a veces. Pero que yo jugué de todo. Incluso frente al Huracán de Montevideo me pusieron en punta.

Cuando dejó el fútbol, ¿le costó?
Nada, porque a los cinco minutos tenía trabajo y eso hizo mucho. Sí es cierto que cuando terminó todo no me dieron ni las gracias pero la vida es así. En mi trabajo también he estado 30 años y nadie me dijo nada, pero salgo a la calle y tengo medallas todos los días, la gente me quiere mucho.

Y en el Real Jaén actual llega un futbolista y juega al día siguiente.
No debería ser así pero te digo una cosa, hay entrenadores que conocen a todos los futbolistas de España. Anquela, sin ir más lejos. Buen amigo por cierto. Por eso quiero que gane siempre el Oviedo, como quería que ganara el Linares cuando estaban mis amigos allí. Siempre me preguntan por la rivalidad. ¿Cómo voy a tener rabia a un equipo donde juegan mis amigos? Siempre nos interesará estar juntos.

Donde levanta ahora esa taza de café, usted estudiaba y ahí delante estaba su campo.
Fue una lástima irnos de aquí. ¡Mira si había metros para hacer todo! En la vieja Victoria los jugadores pasaban a un centímetro de la grada, pero en fin.

Gracias Blas.
A ti. Y tú, Kike, no dejes de dormir por el Real Jaén, que sólo es fútbol ¡hombre!

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