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"¿El partido del domingo? Nadie gana sin bajarse del autobús"

Samuel armijo // @desdelabarrera                Vicente Herrero Alonso (Salamanca 1966), eterno extremo y capitán del Real Jaén CF, disputó 360 partidos con la camiseta blanca. De pequeño tuvo que debatirse entre el hábito o la pelota y afortunadamente eligió el balón para sembrar de luz la sombría grada de Tribuna de la vieja Victoria. Aunque el calor torpedeó sus primeros meses, Jaén enamoró hasta nuestros días al hombre que buscó con la mirada a Pascual en el gol de Rodri de la liguilla definitiva. Tal vez su exquisita educación salesiana le ayudó a formar el grupo de todos los tiempos en el vestuario donde Juan Carlos Hidalgo y Tolo patriarcaban. Lloró la marcha de este último doblemente, con su fichaje por el Málaga en el mes de noviembre más duro de su carrera y después quedándose huérfano como huérfana sigue la banda derecha. Su época presentaba a los jóvenes siempre dentro del rondo, respetando a los veteranos y cobijando a los nuevos dentro de un bloque siempre de quince. Recela del césped que sufrió durante su carrera y de la "roja" que dejó con diez las esperanzas de ascenso frente al Orense. Donde sí ascendió fue en Figueras, liberándose ante la obsesión de toda una generación. Café solo corto para Vicente Herrero, liguillas, Copa, expulsión. Ya.



Samuel Armijo    La entrevista   -Vicente, este fin de semana el Real Jaén se juega la vida.

Sí. Lo tiene en su mano pero ojo porque nunca ví a nadie ganar un partido sin bajarse del autobús. Puede ser un club amigo, puede haber buena relación, sí, pero en el campo hay que ganar porque si vas pensando que lo tienes hecho antes de empezar, mal. Eso el "bigotón" (Tolo Plaza) lo tenía claro, igual que decía que nadie se comía a nadie. "Todavía no he visto a un tío darle un bocado a un rival y tragárselo". Hay que salir sin miedo pero nada confiados.

-Tú has jugado muchos partidos así y muchas fases de ascenso pero vayamos a tus inicios. Cuéntame la historia de un salmantino y una pelota.

Pues yo era de los que veía anochecer en el patio del colegio después de clase. Me quedaba a jugar y me daban las tantas y veías al cura de Salesianos tocando la puerta de casa para decirle a mi madre que me recogiera. Y raro era el día que no llegaba con la boca rota, con un golpe aquí, otro allí...
Mi padre era periodista de Cope y en sexto de Primaria me manda a un internado de dominicos en León a un colegio menor. ¡Se me caían unos lagrimones!. Allí, por ejemplo, conocí a Ballesteros con el que coincidí luego en Jaén y cuando había que cambiar al colegio mayor, practicamente, tenía que elegir entre "cura o balón" y ya sabes lo que escogí. Cómo no quería seguir me suspendieron en inglés y, a la vuelta en Salamanca, tuve que repetir octavo por eso. Ya en casa entré en el Forterra jugando de delantero, un equipo de la ciudad, hasta que ficho por el División de honor de juveniles de la UD Salamanca. Compagino esta categoría con el Salmantino de Tercera e incluso todos los compañeros jugamos un partido en esta división. Era 1983 y los jugadores de Primera hacen huelga, así que la plantilla del Salmantino va a San Mamés y nosotros jugamos el partido de Tercera con tan mala suerte que me rompo el ligamento lateral interno. Estuve cuatro meses de baja pero me quedé bien.

- Esa época ve nacer a grandes jugadores.

Yo jugaba contra Martín Vázquez, Losada, Aragón, Gay, Fonseca, Onésimo...era una División de Honor preciosa. Después Aguinaga me incluye en la plantilla del filial y compagino con el primer equipo que, por entonces, estaba en Segunda B hasta que doy el salto definitivo. Recuerdo que debuto en el Tartiere en la Copa de la Liga y en penútima jornada, ya ascendidos a Segunda, vamos a Linares y nos meten tres. Al final de temporada le digo al míster que me voy, que necesito minutos porque sabía que no jugaría mucho. Igual fue una decisión valiente pero yo quería jugar. Neme, que estaba en el Albacete, ya tenía su plantilla cerrada pero debió hablar con Tolo y firmé por el RJ. Fíjate que había estado un mes y medio antes en Linares pero no sabía bien ni donde estaba Jaén pero aterrizo aquí en la 88-89 con 20 años.

-Y visto lo visto te adaptas bien a la ciudad.

(Risas) Sí. Lo que más me costó fue el calor, estaba todo el día bebiendo agua. Mi segunda temporada también probé la Tercera.

-Siendo tan joven, ¿no pensaste en marchaste a otro Segunda B?

No porque estaba muy bien aquí. Ten en cuenta que antes no había intermediarios que te comieran la oreja, era todo más romántico y no pensé en irme a otro sitio. Ese año nos entrenó Manzano, que le pasaba como a muchos jóvenes que estábamos en la plantilla, éramos inexpertos todavía. El último partido de la Liga lo jugamos en Ronda y la única vez que me dormí, se fue la luz y no me sonó el despertador y tuve que coger mi coche y plantarme allí. No me acuerdo ni por donde me fuí, llegué cuando estaban poniendo los espaguetis. La situación era calcada a la actual porque teníamos que ganar para meternos en fase de ascenso y ganamos 1-2. A la vuelta, todos querían volverse conmigo en el coche.

Jugamos esa liguilla y en el cuarto partido vamos a Écija. Se pusieron a tirar petardos y no sé cuántas cosas más y el árbitro suspendió el partido. Nos metemos en el vestuario, echamos la ropa al cesto y entra el presidente Juan León, nos cogió y nos sacó otra vez a empujones. Allí cogías el pantalón de uno, la camiseta de otro, las botas con un dedo de agua...pero volvimos y jugamos los pocos minutos que quedaban. En el descuento tuve una clarísima y menos mal que no la metí porque si entra no salimos vivos de allí. En la quinta jornada nos devolvía visita el Écija y ganamos 1-0 con gol de Esteban y ascendimos.

-Y después las famosas liguillas seguidas. ¿Se convirtió en una obsesión ascender a Segunda?

La primera no, la segunda tampoco pero a partir de la tercera, cuarta sí. Éramos una familia, habíamos visto nuestras bodas, nacimientos de hijos y era como una obligación para el colectivo.



- Pero debe ser complicado para un entrenador generar ilusión cada verano casi con los mismos jugadores.

Acababa la temporada, veinte días de vacaciones y volvíamos a entrenar y era sesión continua. Esa fue una de las claves de nuestro grupo, éramos 14 o 15 y cada mercado en julio venían 4 o 5, que los integrábamos muy bien. En ese sentido Tolo Plaza fue como un padre para nosotros. Si Juan Carlos Hidalgo lo era desde lo institucional, Tolo lo era en el vestuario. Se marchaba pero siempre volvía, lo tuve tres veces como entrenador, era muy serio en el trabajo y jamás escuché a nadie hablar mal de él. Decía "el que necesite comer que se venga mi casa", nos enseñó a ser hombres.  Era un currante del fútbol y se adaptaba a lo que le dieras. Yo con él jugué casi siempre pero si el partido era jodido, en un mal campo y tal metía músculo, me quedaba en el banquillo y no pasaba nada. Jugaba mucho con los perfiles de los jugadores dependiendo del partido.

- Aún recuerdas la conversación donde os comunica que se va a Málaga.

Como si fuera ayer. Nos reúne a todos en las Fuentezuelas, en un rincón del campo y nos dice que se va, que tiene un proyecto en el Málaga muy atractivo. Era noviembre y fue como quedarte huérfano. Estuve sin hablarle un tiempo, esa temporada vino el Málaga y le ganamos con gol mío y al final de campaña ascendimos en Figueras y al primero que llamamos fue a Tolo.

-Ahora me cuentas el ansiado ascenso pero antes te expulsa Puentes Leyra ante el Orense y os quedáis en el camino.

Sí, fue un par de temporadas antes creo recordar también en la liguilla y teníamos que ganarles en casa. Si te soy sincero no me acuerdo bien de la jugada pero sé que estaba por la zona de preferencia. Me habrán expulsado tres veces en mi vida, una en Alcalá, ésta y poco más. Si eres un jugador duro que estás acostumbrado a que te echen...bueno pero para mí fue...se me cayó el mundo encima y lo peor, dejar al equipo con uno menos en la primera parte.Empatamos a cero, creo que nos cerraron el campo porque tiraron cosas a Puentes por anular un gol y no subimos.

-Pero no todos los recuerdos son malos, llega el ascenso.

Era la quinta seguida y, como te digo, ya era una obsesión. El primer partido de liguilla lo jugamos con el Aurrerá de Vitoria allí, su portero se resbala, marca Rodri el 0-1 y nos miramos Pascual y yo y pensamos "esta es" y fue. Después viene el Talavera y empatamos a uno con gol mío. Vamos a Talavera y ganamos 0-2, los dos de Rodri, viene el Aurrerá y ganamos 3-0 y nos queda el doble enfrentamiento con el Figueras.

Íbamos cagados porque lo teníamos cerquísima, ganando estábamos en Segunda. Yo calculo que habría más gente de Jaén que de allí. Marcamos y ganamos 0-1 y nos anularon otro segundo que fue legal. Cuando acabó el partido la sensación que te queda es del deber cumplido, ¡es que nos lo merecíamos ya!. Yo sentí más frialdad que euforia, fue como raro, me sentí, más que alegre, con una gran paz interior. Allí nadie pensaba en la siguiente temporada ni nada, fue como decir "por fin". Habíamos sufrido mucho con una categoría con todas las capitales de provincia de Andalucía. Tú cogías a los grandes y uno por uno todos eran mejores que nosotros pero éramos un bloque. Juan Carlos no te regalaba nada porque no había pero te trataba como a un hijo y la constancia del grupo fue clave para aquel ascenso.

-Y de la Copa del Rey también guardarás buenos recuerdos.

De repente empezamos a pasar eliminatorias, había un ambiente en la calle, en el campo, ¡es que llegábamos al Estadio y ya estaba casi lleno!. Como hacíamos taquillas, Crispi ponía los partidos de Liga los sábados por la tarde y cuando acababa nos íbamos a Linares, al Hotel Aníbal hasta el miércoles que había Copa. Estuvimos casi seis meses practicamente viviendo allí media semana para aislarnos de la euforia de la gente. Paseábamos por Linares con nuestro chándal y nunca nadie nos dijo nada. Yo he tenido suerte porque en las dos ciudades siempre me trataron con respeto. Subíamos al Paseo, saludaba a mi entonces novia, hoy mujer y nos bajábamos de nuevo al hotel. Íbamos al cine, entrenábamos en Linarejos...fue una época bonita.

Jugamos contra el Yeclano, que menudo campo pequeño tenía, el Logroñes con Aymar de entrenador y unos "talludos". Allí empatamos y pasamos en la tanda de penaltys. Luego el Villarreal...la gente estaba loca con la Copa. El ambiente era precioso y entre nosotros también se notaba algo especial la semana copera. Crispi obligaba al chofer del bus a poner la misma canción al llegar a Jaén. La afición venía de una etapa mala y el torneo con muchas ganas.

-Después de todo esto, vuestro año en Segunda. Paquito Blanca me dice que cumplías, que siempre te ibas del tuyo.

Bueno, creo que pagamos la novatada de la primera vuelta. Reaccionamos en la segunda pero ya no nos dió, si la Liga dura dos jornadas más nos mantenemos. Yo siempre sufrí mucho nuestro césped. Prefería jugar por Preferencia porque en Tribuna daba la sombra en invierno y se armaba un barrizal que no había quién jugara. Muchas veces pensé "¿qué pensará un campeón del mundo como Basualdo de entrenar en las Fuentezuelas con barro?" Y han pasado veinte años y seguimos igual, entrenando de prestado y con el césped horroroso. Nuestro equipo también sabía jugar y creo que esto siempre nos perjudicó porque íbamos fuera y disfrutábamos. Tenías que dar tres toquecitos a la pelota para preparar el centro. También se habla de las dimensiones de los campos, se nota muchísimo un campo reducido, saca el portero y te mete al equipo en el área.

Esa temporada tuvimos mala suerte en momentos puntuales, los penaltys de Toledo y Orense...aunque el día del Elche también nos sonrió con los goles de Rueda al final del partido. Llegamos a Extremadura pudiéndonos salvar pero, como digo, nos faltaron un par de jornadas. Yo, particularmente, disfruté como un enano de esa experiencia.

-¿Sientes que en tu banda no has dejado heredero?

En aquella época, nuestro club confió en un bloque y en ese puesto jugué muchos años. Todas las temporadas desde que llegué tenía gente detrás como Rafa que me guardaba la espalda bien. Yo iba mejor hacia delante que hacia atrás, pero cuando me tocó también lo hacía. Crispi, por ejemplo, jugaba con tres atrás y yo era carrilero con toda la banda para mí. Después ha llegado gente, Sierra por ejemplo, ahora con tanto cambio en las plantillas es difícil que alguien se consolide en un puesto.

-¿Sois conscientes de que marcáis a una generación de aficionados?

Chumilla, jugador con más partidos de la historia del club. Rueda, máximo goleador histórico...teníamos muy buenos jugadores. Nuestra afición era más bien veterana pero, imagino que, todos aquellos niños que iban con sus padres al fútbol se aficionaron como ahora lo hacen los chicos que van al fútbol sala. A Chumi no había narices a quitársela, el "enano" metía el culo y no sabías como pero se la llevaba...era un espectáculo.

Todos aportábamos, como Anquela, segundo tanto tiempo y que aprendió de Tolo imagino. El tío se sabía todos los jugadores de la categoría y piensas "claro, si se llega arriba es por algo, porque se trabaja". Era pesaísimo, estudioso, conocía todas las estrategias, no era un segundo entrenador al uso. Es el claro ejemplo de que si se lucha duro puedes llegar sin que nadie te regale nada.

-Y un día caminando por el Paseo de Linarejos decides vestirte de azulillo. ¿No temiste la reacción en Jaén?

No y, como te digo, siempre me trataron fenomenal en ambos lugares. Yo iba por Linares saludando a todo el mundo, muchos años viviendo ya allí. En Jaén cerré mi etapa de jugador y nadie me dijo nada. De todas formas es más natural de lo que se dice. Después de mí fueron muchos los que cambiaron una camiseta por otra pero antes Gaby, por ejemplo, jugó en Jaén, todo el mundo sabía que era de Linares y nada.

Como bien comentas un día dando una vuelta por el Paseo me topo de frente con Gaby, precisamente, y Manolo Tomé. Yo  conocía a Manolo de su etapa en Salamanca, mi padre le hizo muchas entrevistas y me dice "he firmado por el Linares, vente y nos echas un cable, sabes tu rol, implicas a los jóvenes y hasta donde llegues". Yo ya estaba retirado, Miguel Rivera me quiso llevar a Torredonjimeno, dije que no y no me decido hasta noviembre que me incorporo al Linares yendo todo va bien hasta la penúltima jornada de Liga en Maracena que Antonio Gabaldón, secretario técnico del club, convence a Delfín Cañas para que se cargue a Tomé. Los pesos pesados del vestuario se portaron fatal. Yo llegué a mi taquilla, cogí mis cosas y me iba pero Gaby me convenció para aguantar hasta el final. Trajeron a Sosa Espinel y hubo un cambio radical en las alineaciones con jugadores que trajo Gabaldón, a mí me sacó diez minutos en toda la fase. Gabaldón me llamó y le dije "yo vine por Tomé".  El último partido del ascenso frente al Villarrobledo en Linarejos me puse un peto y me fuí de recogepelotas a un fondo. Ayudé de esa manera. Si hubiera seguido Tomé igual me quedo un año más en Segunda B y me retiro pero...

-Una vez en el retiro has tenido algún contacto con el Real Jaén desde otro ámbito.

Primero en el año 2000, estaba ayudando desde la parcela de comunicación pero llegó Gil Vázquez y nos echó a todos. Después con Hitos, fue una etapa donde acabé muy cansado. Cuando te llama el RJ sabes que vas a perder tiempo para tu familia, que nadie va a reconocer nada, que le vas a poner el corazón a todo pero no puedes decir que no porque sería ser un sinvergüenza.

-¿He oído bien?

Claro. Si te llama el Real Jaén nunca puedes decir que no.

-He oído bien. Ahora que escuche quien quiera. Gracias Vicente.

A ti. Samuel.

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